La experiencia histórica nos enseña que existe una relación estrecha y predecible entre la tasa de desarrollo sustentable de la economía y su tasa de inversión.
La inversión no puede financiarse sino mediante el ahorro. En los últimos cuatro años, la tasa promedio de ahorro en Venezuela ha sido alta, más de 35% del PIB. Esto equivale a la tasa de ahorro de una economía asiática de rápido crecimiento como Vietnam, Corea del Sur o China. Si todo este ahorro se utilizara en inversión interna se alcanzaría, según lo demuestra la experiencia histórica e internacional, una tasa de crecimiento de 8-9 por ciento anual.
No obstante, en Venezuela la brecha entre la tasa de ahorro y la tasa de inversión es enorme. En los últimos cuatro años, el nivel promedio de formación bruta de capital fijo ha sido apenas de 21 por ciento del PIB. En el 2007, la última fecha para la cual se dispone de cifras, se logró un 24 por ciento.
La experiencia histórica e internacional muestra que un nivel de inversión de 20-25 por ciento del PIB, como mucho, permite soportar de manera sustentable un crecimiento de alrededor de 4-5 por ciento. Sin embargo, la tasa promedio de crecimiento de Venezuela en los últimos cuatro años ha sido mucho mayor alcanzando 12 por ciento. Esta cifra sin duda que se ha aumentado de manera un tanto artificial durante la recuperación de los efectos de la huelga petrolera. Sin embargo, en los últimos tres años de los cuales se dispone de cifras, es decir hasta el 2007, el crecimiento económico anual ha sido de 10 por ciento.
Resulta evidentemente indeseable poseer una gran cantidad de ahorro ocioso que no se invierta internamente. Ahora bien, esto se vincula directamente con la política antiinflacionaria.
Sin duda que la disparidad entre una tasa de inversión que sólo contribuye a una tasa de crecimiento anual de 4-5 por ciento y un crecimiento mayor produciría presiones inflacionarias. Por ende, una manera eficaz de reducir las presiones inflacionarias, en el mediano y largo plazo, es aumentar la tasa de inversión.
Es muy posible, como lo demuestra el ejemplo de otros países (Vietnam, Corea del Sur, China, Singapur, Tailandia, etc.), mantener una tasa de crecimiento de 8-10 por ciento anual, pero esto exige que el nivel de inversión en la economía nacional se incremente a 30 por ciento o más del PIB, lo cual es perfectamente financiable con la actual tasa de ahorro de Venezuela.
Cuando se consideran los mecanismos que garantizan que los ahorros se empleen en la inversión interna, no existe evidencia que esto pueda hacerse de preferencia a través del sector privado. Por el contrario, todo indica que si fuera por este sector los ahorros del país se esfumarían con la fuga de capitales. El hecho de que, a pesar del alto nivel de ahorros de los últimos cuatro años, éstos no se hayan invertido confirma que no se puede confiar en el sector privado para garantizar que los ahorros se traduzcan adecuadamente en inversión nacional.
Así pues, el sector público venezolano debe emprender un vasto programa de inversiones que garantice que estos ingentes ahorros se traduzcan en una inversión mucho mayor en la economía nacional. Esta es una medida de estímulo anticíclico necesaria para incrementar la eficiencia de la economía y mejorar sustancialmente las condiciones de vida de la población. Al incentivar la demanda, este programa de inversión resultará asimismo crucial como medida antiinflacionaria en el mediano y largo plazo.
La forma más efectiva de mejorar la eficiencia de la economía nacional es la inversión en infraestructura, en especial transporte, comunicación y vivienda. Por lo tanto, una parte esencial de la estrategia antiinflacionaria debe ser aumentar el nivel de inversión interna en un 30 por ciento del PIB mediante un vasto programa de obras públicas en infraestructura.
Claro está que pasar de 24 a 30 por ciento del PIB el nivel de inversión, que a su vez posibilitaría un crecimiento del 8 por ciento, no puede hacerse en un solo año puesto que no se dispone aún de las estructuras necesarias que generen programas de inversión pública de esa envergadura. Un estudio concreto permitiría establecer cuán rápidamente podría alcanzarse este aumento decisivo de la inversión. La experiencia internacional indica que un aumento de 1 o 2 por ciento anual en la proporción del PIB que se dedica a la inversión sería razonable. En el caso venezolano, esto implicaría una aceleración en el nivel de inversión de 24 a 30 por ciento del PIB en un período de 3 a 5 años.
Un aumento de esta magnitud de la tasa de inversión no sólo es totalmente financiable sobre la base de los ahorros actuales, sino que resulta determinante para alcanzar numerosos objetivos económicos y sociales, entre ellos uno de los más importantes es el combate de la inflación en el mediano y largo plazo.
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