En primer lugar, observemos los datos más recientes. La Figura 1 presenta el movimiento diario del promedio industrial Dow Jones, luego de su alza pico el 9 de octubre de 2007 y luego de su máximo del 3 de septiembre de 1929. En esta figura se actualizan los datos difundidos en la referida publicación anterior en Key Trends in Globalisation.
Como puede apreciarse, el descenso actual del índice Dow Jones continúa siendo comparable en magnitud, en esta fase de la crisis, con su disminución en 1929-1932.
Figura 1
Para demostrar que este grave declive de los precios nominales de las acciones es un rasgo específico de las crisis de 1929 y 2007, en lugar de una caída típica de cualquier recesión, la Figura 2 presenta un gráfico similar que describe los cuatro colapsos más graves del índice Dow Jones en el último siglo, es decir, los descensos que comenzaron en 1929, 1973, 2000 y 2007.
En el caso de las tres primeras caídas, los datos incluyen el período comprendido entre el precio pico registrado antes del descenso y el punto más bajo. Los datos para el declive que comenzó en 2007 están actualizados hasta la fecha más reciente disponible, es decir, el cierre de operaciones el 20 de noviembre de 2008.
Figura 2
Puede apreciarse que los descensos de los precios nominales que comienzan en 1973 —caídas que están vinculadas tanto con el aumento de los precios petroleros como con la recesión registrada ese año— y en 2000 —después del estallido de la burbuja financiera de las empresas .com— fueron mucho menos graves que los colapsos de 1929 o 2007.
El descenso de los precios nominales de las acciones después de 1973 no se presenta en toda su magnitud en este gráfico, ya que en ese momento la inflación era más elevada que en 1929, 2000 o 2007. Por otro lado, el declive de los precios reales después de 1929 se exagera de cierta forma, toda vez que en ese momento el nivel general de precios se encontraba en retroceso. Sin embargo, las diferencias de orden de magnitud son suficientes para aclarar el patrón.
El derrumbe de los precios nominales de las acciones, tanto en 1929 como en 2007, es considerablemente superior a cualquier otra caída en el último siglo. Desde el punto de vista del precio de las acciones está plenamente justificado y no es exageración decir que la crisis actual puede compararse únicamente con 1929.
La diferencia entre el colapso que se inicia en 2007 y la caída de 1929 en este momento reside únicamente en la duración del descenso. La disminución que tiene lugar después de 1929 se prolongó durante 712 días de negociaciones, antes de tocar fondo el 7 de julio de 1932. El retroceso de los precios de las acciones que se produce tras el pico del 9 de octubre de 2007 se ha mantenido durante 284 días de negociación —ligeramente menos de 40% del período que duró el colapso posterior a 1929.
Esto no debe interpretarse como si la intención fuera sugerir que la velocidad actual del declive del precio de las acciones en Estados Unidos —el cual no tiene paralelo desde 1929— continuará durante un período tan prolongado como en 1929. La idea es sencillamente que el actual colapso del precio de las acciones en EEUU no es comparable con una simple recesión cíclica, ni siquiera grave. El único punto de comparación para la actual caída de las acciones en Estados Unidos es el descenso de 1929. La experiencia de 1929 indica que un retroceso del precio de las acciones puede ir considerablemente más allá de lo que ha ido hasta ahora.
Al medir las variables fundamentales, el coeficiente de activo total-PIB, incluyendo los activos privados, ha caído de 1,8 en 2000 (en el momento de mayor auge de las empresas .com) a 0,8 en el presente. Sin embargo, durante el punto más bajo del declive del precio de las acciones a mediados de los años setenta, era tan sólo 0,4. Una caída equivalente implicaría un descenso adicional de 50% del índice Dow Jones, hasta aproximadamente 4.000 puntos, lo cual significa que el descenso total desde el pico hasta el fondo sería de alrededor de 72%.
Un retroceso semejante no es inconcebible en un contexto de grave disminución de los precios de las acciones. El derrumbe nominal del promedio Dow Jones después de 1929 fue 89%, pero el colapso de los precios reales fue menor en cierta medida, debido a que había una deflación general de precios. El descenso máximo del índice Nikkei desde su pico a finales de 1989 ha sido 80,2%, pero la caída en términos de precios reales es también ligeramente menor debido a que Japón ha venido registrando una deflación de precios moderada. En consecuencia, una disminución del promedio Dow Jones superior a 70% no sería históricamente inédita, lo cual no significa que ocurrirá. Al cierre del 20 de noviembre, el descenso del promedio Dow Jones con respecto a su máximo de 2007 alcanzó 46,7%.
En lo concerniente a la posible duración de una caída de los precios de las acciones, el índice Dow Jones necesitó 25 años después de 1929 para regresar a los niveles previos al colapso, incluso en términos nominales. Como se muestra en la Figura 3, el comportamiento del Nikkei después de 1929 fue incluso peor que el comportamiento del índice Dow Jones, puesto que el Nikkei seguía registrando nuevas bajas casi después de 18 años de haber iniciado su descenso.
Las cifras señaladas anteriormente corresponden a mercados bursátiles principales, los de Estados Unidos y Japón, durante los grandes colapsos de las bolsas. El comportamiento de plazas bursátiles menores, considerado desde el punto de vista histórico y para períodos anteriores, puede ser peor.
Los precios en la bolsa francesa ni siquiera lograron mantenerse al nivel de la inflación durante 53 años, desde 1900 hasta 1952. Los precios en el mercado bursátil alemán no llegaron a seguirle el ritmo a la inflación durante 55 años, desde 1900 hasta 1954. Los precios en el mercado bursátil japonés, además del reciente desplome del Nikkei, no pudieron mantenerse a la altura de la inflación durante 51 años, desde 1900 hasta 1950. En la bolsa italiana, los precios no alcanzaron el nivel de la inflación durante 73 años, desde 1906 hasta 1978.
La razón de estas observaciones y comparaciones no es meramente teórica. Los individuos y compañías pudieran creer que necesariamente el retroceso de los precios de las acciones será solamente de corto plazo y que luego se producirá una recuperación y pudieran tomar las consiguientes decisiones en cuanto a inversiones. Los gobiernos, al emprender grandes adquisiciones de acciones en bancos y otras instituciones, pudieran creer que están comprando "en el punto más bajo del mercado" y que los contribuyentes obtendrán ganancias cuando los precios de las acciones suban.
Ninguna de estas posiciones tiene justificación. Las comparaciones históricas señalan que queda suficiente espacio para posibles retrocesos de los precios de las acciones incluso en términos nominales. El estudio histórico indica que pueden pasar años, y posiblemente décadas, para que los precios de las acciones regresen a los niveles que registraban antes de experimentar caídas de magnitud semejante a la actual.
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