En el desarrollo de una recesión como ésta en la cual está entrando la economía mundial, lo decisivo no es el gasto del consumidor o del gobierno, lo que ocurre sobretodo en una recesión es la caída de la inversión o, en el peor de los casos, su colapso.
Para ilustrar esto la Figura 1 muestra los cambios en los principales componentes nacionales del PNB de Estados Unidos en la más clásica de todas las recesiones/depresiones: la que se produjo en ese país luego de 1929.
Como puede observarse el patrón es claro. El declive económico de Estados Unidos fue extremadamente grave, a una escala mucho mayor de lo que se está produciendo en la actualidad. Entre 1929 y 1933 el PNB cayó 29,7%. Se requirió una década para volver al nivel que tenía en 1929.
Cuando se analizan los componentes de esta caída aparece un claro patrón. El gasto público aumentó durante la recesión, no solo después de la elección de Roosevelt en 1933 sino incluso durante el gobierno de Hoover.
La caída del gasto del consumo personal después de 1929 fue grave pero menos que el declive general en el PNB. Para 1933 el gasto por concepto de consumo personal del país se había desplomado en un 19,7% en comparación con el 29,7% del PNB. Fue en 1939 cuando el gasto por consumo personal volvió al nivel de 1929.
Pero la caída en la inversion fue extrema, superando con creces el declive en el PNB, lo cual explica la diferencia entre la disminución en el gasto de consumo personal y público y la caída en la producción global.
En 1933 la inversión fija interna privada había caído en un 73,9% en relación con su nivel de 1929. Dicho de otra manera, en 1933 la inversión fija nacional privada fue apenas de 26,1% de su nivel de 1929. Sin duda alguna, este fue el elemento más grave de la depresión y tuvo un efecto multiplicador en el resto de la economía. Patrones similares se observan en cualquier otra recesión.
La razón de esta diferencia en la caída es que mientras la “demanda” en la economía puede entenderse en términos generales, los diferentes componentes de la demanda están controlados por mecanismos muy distintos.
Las decisiones en materia de gasto público son tomadas directamente por el Estado, de manera que pueden controlarse con relativa facilidad. En el caso que nos ocupa, la orientación socialista de Venezuela constituye una buena oportunidad para mantener la demanda durante la recesión internacional.
En cuanto al consumo personal, el objetivo de la masa de la población es tener un nivel de vida tan bueno como sea posible. El tema que más afecta el consumo personal es el nivel de ingresos y no el deseo de consumir.
Las decisiones para la inversión privada no están motivadas por el consumo sino por la ganancia, de manera que las decisiones de inversión no están controladas por los mismos mecanismos que el consumo personal o público, por lo que puede caer a casi cualquier nivel. En una recesión es justamente este tipo de inversión el que se desploma a niveles más bajos.
Por lo tanto, ¿por qué un gobierno capitalista no puede intervenir directamente para detener el declive en la inversión? El tema aquí es la propiedad privada de los medios de producción. Si el gobierno le quita las decisiones de inversión a los propietarios privados de los medios de producción limita o suprime, de hecho, la propiedad privada sobre dichos medios. Entonces, en estas circunstancias, si el gobierno acepta la propiedad privada de los medios de producción decisivos para un país, no puede detener el declive en la inversión, de manera que si el gobierno quiere parar el declive en la inversión, debe poseer instrumentos suficientemente fuertes, en términos del peso del sector público, a fin de evitar que disminuya la inversión en la economía.
Ante la severa crisis financiera internacional, si los sectores decisivos de la economía venezolana estuvieran en manos privadas sería imposible detener la caída en la inversión, de manera que la economía del país entraría en una severa recesión. El hecho de que en Venezuela importantes sectores de la economía sean propiedad del Estado y tengan una orientación económica socialista permiten al gobierno intervenir directamente para sostener la inversión. Esto significa que Venezuela está en mejores condiciones para resistir la crisis financiera internacional, que si no fuera un gobierno socialista.
Las consecuencias prácticas en términos de política económica son claras. El núcleo de la política pública para enfrentar la crisis financiera debe tener tres componentes. En primer lugar, a fin de evitar la caída de la demanda en la economía debe mantener el consumo personal en un alto nivel. En segundo lugar, el gasto público debe sostenerse e incluso aumentarse, a fin de complementar el alto nivel de demanda por consumo. En tercer lugar, el Estado debe tomar fuertes medidas para mantener y aumentar el nivel de inversión a fin de contrarrestar lo que seguramente va a ser un declive en la inversión privada ocasionado por la recesión económica internacional. Además de su efecto inmediato para apuntalar la demanda de la economía, esta inversión debe aumentar la eficiencia a largo plazo de la economía y mejorar la calidad de vida de la población. En la mayoría de los países, incluidos China y Estados Unidos, la manera más efectiva de lograr esto es mediante un aumento drástico del gasto en infraestructura.
Este programa contracíclico será por supuesto mucho más efectivo si se coordina con los socios latinoamericanos de Venezuela.
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